miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sueños de cristal rotos por el frío.

Eres como el silencio prohibido que se rompía con el sonido de las olas.
Muchas noches soñé con que tú volvías, pero volvías a mi lado. Desde el punto más remoto de la Tierra, tú venías en uno de esos vuelos exprés y te plantabas delante de mi portal, con esa vieja maleta verde que solías llevar al confín del mundo y tu pelo alborotado de siempre. 
La verdad es que es cierto, te eché de menos cada vez que miraba al otro lado de la cama y no te veía ahí. Con tu cara de recién levantado, con esa sonrisa dormida y un "Buenos días preciosa" seguido de ese beso mágico, que sabía a día nuevo, a ilusión y esperanza. 
Te eché de menos cuando me dí cuenta de que  no tenía a quién prepararle el café, ni quién me untase las tostadas. 
Te eché de menos en cada noche fría y solitaria, en cada momento de bajón que arreglabas con un abrazo y una tarde de palomitas. 
Te extraño cada vez que mi risa suena vacía y estruendosa en esta enorme casa deshabitada sin ti. 
Recuerdo una noche en la que soñé que volvías a mi lado, a regalarme miradas llenas de vida, momentos memorables y una vida feliz.
Hoy han llamado a la puerta. Un sutil golpe la ha aporreado. No eras tú. Nunca volverías. Ese día decidiste marcharte con un "volveré pronto, te quiero." Pero nunca volviste. 
El silencio roto por mis lágrimas, por tu culpa. Porque decidiste abandonarme y no luchar. Porque no fuiste más fuerte de lo que me dijiste. Porque fue todo rápido y sin vuelta atrás. 
Te fuiste allí de donde es imposible volver, con tu maleta verde en una mano, tu pelo alborotado y tu sonrisa de "Sé feliz, por mi. Vive." 


Hoy, se enfría el café.