domingo, 30 de marzo de 2014

Los sueños también se cumplen.

Hacía meses que no se veían. Él tuvo que irse. Ella se quedó esperándolo sabiendo que volvería. Y ahí estaba, de pie en la estación de tren con la que había soñado tantas veces estar viéndole bajar con su preciosa sonrisa y su pelo alborotado. Ahora su sueño se iba a hacer realidad. Con su vestido nuevo y unas gotas de su colonia favorita corriendo por su cuello, lo esperaba tan ilusionada que creía que su corazón se escaparía del pecho y se iría corriendo a buscarlo. Solo faltaban cinco minutos para que llegara y sus nervios aumentaban cada vez más.
A tan solo cinco minutos de aquella estación, él imagina su tímida sonrisa dibujada en aquel rostro que le enamoró la primera vez que lo vio. Habían estado separados medio año y no iba a permitir perder ni un solo segundo a su lado. Había planeado hacer tantas cosas con ella, que temía que se les acabase el tiempo.
Estaba a punto de llegar, ya la veía, al fondo con su precioso vestido y la mejor de sus sonrisas. Con sus ojos llenos de lágrimas por volverlo a ver.
Cuando lo vio, dejó escapar una de esas lágrimas que llevaba tiempo en sus ojos y la secó tan rápido como pudo para que él no la viese.
Estaban frente a frente. Mirándose, diciéndose todo lo que se había echado de menos sin soltar una sola palabra. Entonces, ella se abalanzó sobre él, abrazándolo tan fuerte como podía para que no se volviese a ir. Él la rodeó y disfrutó del olor de su colonia que impregnaba todo alrededor. Acarició aquel pelo suave que adoraba y la apartó lo suficiente para poder secarle las lágrimas que llenaban su cara.
Ella notaba el calor de sus manos por sus mejillas y se ruborizó al pensar en todo lo que lo había necesitado.
Se fundieron en un beso. Tan profundo, tan esperado, lleno de alegría al pensar que esta vez nada podría separarlos. 

martes, 25 de marzo de 2014

Con la pólvora explotó en mil pedazos.

Salió de su casa y el viento la recibió con un golpe que alborotó todo su pelo. Iba de camino a casa de su mejor amiga, asumiendo que sus ilusiones desaparecían rompiéndose con cada paso que daba. Estaba a las puertas de llegar y entonces las lágrimas inundaron su rostro. En una mano, un antiguo disco que había escuchado unas cien veces. Con la otra, se secaba su cara mientras se imaginaba por la noche, arreglándose delante del espejo y ensayando su "cara de foto". Ya sabía incluso cómo quería ir y había sacrificado tantas cosas para que al llegar ese día, pudiera estar de las primeras en la cola y estar tan cerca del escenario que pudiera escuchar cómo se aceleraba el pulso del cantante que le enseñó que no sólo lo que importa es lo de fuera, que podía ser quién y cómo quisiera. Y la mejor compañía estaría a su lado. Esa persona que había estado en casi todos los momentos que conseguía cumplir un sueño. Cuando llegó delante de ella, ya se veía que había explotado y sólo necesitó un abrazo. Aunque supiera que lloraría toda la noche, con el volumen tan alto que ni ella misma se escuchase sollozar. Y eso era lo único que le quedaba, soñar despierta con que pronto volvería o con qué ella pudiese ir, afuera en la ciudad.


miércoles, 19 de marzo de 2014

1ª Confesión.

'Como un salto en el vacío, de quién no teme a la muerte.'
¿No hemos tenido suficiente? ¿No estáis hartos de llorar por las esquinas y que todo el mundo te diga que te mereces algo mejor?
Llevo días, semanas sumida en un pozo que cada vez es mas profundo y oscuro y del que ya no sé cómo voy a salir. Tengo mi cabeza llena de ideas que antes me espantaban y ahora me parecen la única solución. Culpo a mi cuerpo de los fracasos que cometo y quiero sentir alivio cada vez que lo expulso todo. Pero no sé qué es sentir eso, porque mi cobardía me impide llevar a la realidad todas las atrocidades que tengo en mi mente. Estar a punto, nunca significa hacerlo. Y lo peor es no saber cuál es el origen de esta etapa de mierda que no consigo superar. Sólo sé que me siento atada, sola y sin poder confiarle a nadie que necesito ayuda. Necesito que la gente deje de mirarme con pena y empiece a mirarme como una persona que lo único que le hace falta son un par de abrazos sin razón de vez en cuando y un hombro sobre el que poder llorar en silencio. Que alguien me sorprenda con una tontería por la mañana y me acompañe con su mirada hacia lo que no soy capaz de observar. Que me diga que todo estará bien sin mentirme y me lo demuestre día a día. Necesito una mano que tire de mi hacia la luz, hacia la esperanza, hacia la vida.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Me mataste, segundo a segundo.

No callo por miedo a que el silencio se apodere de mi.
Cuando me di la vuelta sabía que no estarías ahí, pero necesitaba asegurarme de que me habías abandonado.
Hace tiempo que pensé que todo habría acabado, pero el olor profundo de la primavera ha llegado ocupando tu lugar.
Ya no sé cómo evitar que mis lágrimas me descubran o ignorar la idea de que fuiste una pieza tan fundamental en mi vida que al principio me costaba respirar porque te habías llevado mi aire y mis ganas de seguir adelante, de conocer a alguien que me quisiera tanto como yo a él y que me hiciera sentir que nada podía ser tan importante como compartir una tarde de domingo con él o que el mayor de mis deseos fuese volver a besar esos labios que sin palabras consiguiesen calmarme en una noche de tormenta.
Pensé que habías sido tan cruel como para llevarte mi felicidad para abandonarla en cualquier cuneta de esa larga carretera que solíamos recorrer juntos en tu coche.
Hoy sé que solo yo me escondía en una oscuridad que estaba empezando a matarme. A consumirme como una vela: poco a poco. Tan despacio, tan sutil, tan doloroso.
Lo mejor de todo esto es que me enseñaste que un corazón puede romperse en mil pedazos, pero también puede arreglarse y formar uno. El suyo y el tuyo. Juntos. Hasta que acabe de llover.