martes, 25 de marzo de 2014

Con la pólvora explotó en mil pedazos.

Salió de su casa y el viento la recibió con un golpe que alborotó todo su pelo. Iba de camino a casa de su mejor amiga, asumiendo que sus ilusiones desaparecían rompiéndose con cada paso que daba. Estaba a las puertas de llegar y entonces las lágrimas inundaron su rostro. En una mano, un antiguo disco que había escuchado unas cien veces. Con la otra, se secaba su cara mientras se imaginaba por la noche, arreglándose delante del espejo y ensayando su "cara de foto". Ya sabía incluso cómo quería ir y había sacrificado tantas cosas para que al llegar ese día, pudiera estar de las primeras en la cola y estar tan cerca del escenario que pudiera escuchar cómo se aceleraba el pulso del cantante que le enseñó que no sólo lo que importa es lo de fuera, que podía ser quién y cómo quisiera. Y la mejor compañía estaría a su lado. Esa persona que había estado en casi todos los momentos que conseguía cumplir un sueño. Cuando llegó delante de ella, ya se veía que había explotado y sólo necesitó un abrazo. Aunque supiera que lloraría toda la noche, con el volumen tan alto que ni ella misma se escuchase sollozar. Y eso era lo único que le quedaba, soñar despierta con que pronto volvería o con qué ella pudiese ir, afuera en la ciudad.


1 comentario:

  1. Hola virginia me ha gustado mucho esta entrada. voy a seguir leyendo tu blog. espero que vuelvas a escribir... o que onda estas ocupada? abrazo. actualiza pronto!

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